¿Te has preguntado qué es lo que se requiere para estudiar pedagogía? Recién publicamos en nuestro Facebook @IPCCampeche una imagen sobre la anatomía de un pedagogo, en la cual incluimos ojos, orejas, manos, boca y corazón; no lo suficiente para hablar de anatomía de forma extensa pero lo suficiente para poder describir lo esencial de quien se presenta al frente de un aula (o pantalla).

Aquí vamos a hondar un poco más en los puntos, para que no le queden dudas a nadie que ser docente es el doble de complejo de lo que se piensa, pero al mismo tiempo, te llena el alma al triple.

¿Qué problemas deben detectar los ojos? Cada alumno presenta un reto distinto, no todos aprenden o tienen las mismas inteligencias (de acuerdo a la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner), por lo que un buen docente detecta los comportamientos, aptitudes y forma de desenvolverse de todos sus pupilos para así personalizar lo más posible su enseñanza. La anatomía del pedagogo trabaja en conjunto, los ojos también detectan estados de ánimo para después usar la mano y dar esa palmadita de aliento cuando es necesario. ¡Quien estudia pedagogía posee un corazón enorme!

En la imagen pareciera solo escogimos orejas porque estaban ahí, pero recuerdas cuando éramos niños en el instituto nos encantaba platicar y contar historias “maestro ayer comí brócoli” “maestro ayer me caí”, entre tantos comentarios aleatorios que revuelan hacia el escritorio, pero las orejas no solo funcionan para escuchar esas historias, también están atentas a los “wooow”, un indicador de que la información que dimos fue algo nuevo, o el “aaaa” que indica la resolución a una duda, esta parte de la anatomía también funciona para detectar el imperdible ruido de la bolsa de papitas abriéndose a media clase y susurros a la hora del examen.

El corazón de los maestros es enorme porque lo habitan muchos recuerdos, el recuerdo de cuando ayudó a un compañero a estudiar, el recuerdo de cuando explicó a un grupo un tema complejo, de aquella ocasión que dirigió una actividad por primera vez, entre otros tantos que les ayudaron a descubrir su vocación: compartir y ayudar a los demás, cultivar en la vida de cada estudiante el hambre y pasión por aprender cosas nuevas, por atreverse a realizar actividades, juegos y así contribuir en el crecimiento y superación de muchas generaciones.

Estudiar la licenciatura en Pedagogía o estudiar una maestría relacionada a la educación, implica ir más allá de tener una título o gusto, es descubrirse como herramienta para el desarrollo y crecimiento de niños, jóvenes y adultos, es comprender que toda su anatomía debe trabajar en conjunto día con día explorando los límites y superándolos, es saber adaptarse a las necesidades y cambios como lo fue pasar de un salón a tener clases en línea sin disminuir la calidad de la misma; a veces hasta condiciones fisiológicas o patológicas deben ser superadas, como podría ser el caso de Brad Cohen un docente cuyo síndrome de Tourette no es impedimento para desenvolverse en lo que ama hacer: enseñar.

Valoremos mucho su labor y no subestimemos el trabajo de un maestro porque a diario involucra toda su anatomía, tanto en cuerpo, mente y alma para dar lo mejor de sí y sacar lo mejor de ti, que por cierto hablar de la mente de un pedagogo es tema para otro día…

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